El Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible tenía previsto haber lanzado el pasado mes de septiembre una campaña de comunicación para atraer a nuevos conductores profesionales.
A primeros de octubre todavía se estaba rodando el material audiovisual del proyecto y poco más se sabía de esta magna iniciativa llamada a marcar un antes y un después en el sector del transporte, así es que ya vamos tarde. No sorprende: suele suceder esto de ir tarde en esta tierra de palmeras, de jazmín y de azahar, como en la canción.
Campañas, campañas, campañas
Transportes le ha cogido el gusto a esto de las campañas. Y en este caso, como en los anteriores, el proyecto no va a servir para nada. Únicamente para gastar las partidas presupuestarias destinadas a promociones y publicidad.
No se ha visto a nadie bailando alegremente la canción de la campaña en favor del transporte público en los andenes atestados de las líneas de Cercanías que llegan a Atocha, mayormente por falta de espacio y de ganas ante tantas incidencias.
Tampoco en los coches de línea que, renqueantes y a horas intempestivas, circulan por lo que llaman la España vaciada, ni en los lamentables intercambiadores del metro, ni en los autobuses interurbanos que con gran estruendo se caen a pedazos, o en los trenes de media distancia que nunca llegan a Extremadura…
Por lo que respecta a la campaña sobre el mantenimiento de la red viaria, no conviene volar un dron para comprobar el lamentable estado de la ratonera que es la intersección de la M-40 con la A-4 al sur de Mercamadrid, por ejemplo. Solo se vuelan drones para que carreteras recién asfaltadas entre bosques frondosos den bien en la publicidad.
Para más inri, pocas semanas después de poner en marcha la citada campaña de promoción del transporte público cuyo principal reclamo es el ahorro, va el ministro Puente y amenaza con acabar con las bonificaciones en el precio de los billetes en tren en vigor desde la pandemia. Como el resto de los políticos, está al plato y a las tajadas. Así les pasa: que luego no saben ni lo que votan. Ni coordinan, oiga.
Así pues, con todo este panorama carpetovetónico (de lo de la Ley de Movilidad Sostenible hablaremos en otro momento), Transportes debe de estar a punto de conminar claramente, con ímpetu cuasi militar, por tierra, mar y aire, ondas hertzianas, de TDT, papel, cartelera variopinta, código HTML y mensajes cuquis en redes sociales, a los jóvenes sobre lo bueno que es ser conductor profesional.
Póngase en situación, querido lector, y escuche en su mente a una sugerente voz en off con música épica de fondo recitando que esta es una salida laboral con futuro, que permite una carrera profesional extraordinaria, bien remunerada, con unas condiciones dignísimas y tal, mientras ve en pantalla a jóvenes de buen ver que se suben sonrientes a la cabina de un camión o reciben a los viajeros con luz en los ojos desde el volante de un autobús.
Las huelgas también hacen campañas
Ya está convencido, está a punto de correr a sacarse el carnet (ya sabemos que muchos de ustedes ya lo tienen, pero el entusiasmo es tan grande que se les olvida), cuando, sin embargo, Comisiones Obreras y UGT ya la están liando antes de con antes y convocan seis jornadas de huelga, seis, que diría el taurino, antes de que a la séptima, en vez de descansar como pretendería un cristiano, la movilización se convierta en indefinida a las puertas de las Navidades. Así, como para celebrarlas.
El motivo de esta huelga es que los conductores puedan adelantar su jubilación, dado que, según los representantes sindicales, ejercen una profesión penosa.
Imagine ahora, estimado lector, a un joven que ha visto en su barrio, en su pueblo, donde sea, publicidad de una autoescuela que le convence de sacarse el carnet de conducir para camiones o autobuses con un jugoso descuento subvencionado. Al fin tiene algo por lo que vivir, una misión frente a la nada existencial que supone tener todo por delante.
Pero, lo más probable es que este joven, tras oír a los representantes sindicales y a algún conocido que trabaje en el sector, caiga en que la de conductor es una profesión dura, que te deja hecho el cuerpo unos zorros (con varices en las piernas, la espalda encorvada y un feo mondongo que se repliega en varios michelines al sentarse). Un oficio, al fin y al cabo, para el que no hay escapatoria ni otra cosa que conducir hasta que te jubiles a los 67 años.
Lo más lógico es que este joven en cuestión, a poco listo que sea, prefiera buscarse otro trabajo más fácil, más cómodo, menos exigente si se quiere.
Es muy fácil juzgar a ese joven porque, por ejemplo, aspira a ser ‘influencer’ desde la superioridad que da vestir trajes a medida y tener ya gran parte de la vida a las espaldas del tiempo. Pensar que los jóvenes de hoy día son todos unos flojos. Eso es brocha gorda. Generalizar mientras se masca un palillo mondadientes. Ser un cuñado. No entender nada.
No hay que ser muy listo para concluir que toda la campaña de Transportes para atraer profesionales se ha ido irremisiblemente por el desagüe desde su misma concepción, porque no se ha pensado como una herramienta de propaganda eficaz, sino como una concesión que se hace a regañadientes y, por lo tanto, a desgana y con desidia. A lo mejor, por eso no acaban de sacarla.
Y con ello volvemos a lo de siempre y la escasez de conductores sin resolver. Porque, se quiera o no, escasez hay.
Es común oír decir que, claro, que los conductores ahora tienen que ser ingenieros, por la cantidad de conocimientos que tienen que reunir, además del principal, que es conducir, meter marchas y tal. Esto es así para todas las profesiones. Pregunte usted, querido lector, al personal de un almacén medianamente avanzado y se sorprenderá.
Es lo que tiene la tecnología. Está aquí desde hace milenios, desde que el hombre es hombre prácticamente, para mejorar la vida, pero también para complicárnosla. La tecnología permite que prescindamos de las tareas más sencillas y nos obliga a concentrarnos en las complejas, que son, precisamente, las que nos hacen humanos.
También suele decirse que los conductores tienen que ser juristas. Quien dice esto olvida que desde el mismo momento en que se pisa una calle ya se está produciendo una relación con un componente jurídico. Esta hiperregulación, la incontinente diarrea del BOE y del Diario Oficial de la Unión Europea, así como de otros tantos boletines regionales, provinciales y municipales, afecta a todo el mundo. Algunos podrán pensar que se ceba con ellos, pero lloriquear no vale de nada.
Faltan profesionales
Cada vez se pide más para ser conductor, suele argumentarse, pero esto mismo es así para todos los empleos. Sobran los ejemplos.
El sector del transporte de mercancías por carretera no acaba de comprender que no compite con otras empresas de transporte, o contra el transporte de viajeros. Falta personal en todos los oficios, en todas las profesiones, en todos los empleos. En todos.
El transporte compite por profesionales contra el resto de la economía, no solo española, sino mundial. Un poner, como dicen en Andalucía: los médicos españoles se van a otros países porque les pagan mejor y están mejor considerados. Así se está quedando la sanidad pública, a la vista de todos está.
Otro tanto sucede con ingenieros y personal del sector tecnológico. También con enfermeras, fresadores o soldadores. La gente se busca la vida según sus posibilidades y de acuerdo con sus habilidades, y busca mejores condiciones de trabajo donde pueda, especialmente en un país que parece destinado a vivir exclusivamente del turismo. Más concretamente de un turismo barato y de aluvión. ¿Cómo se puede reprochar esto a nadie? ¿Es que no ve, querido lector, en qué se está convirtiendo España?
En esta tesitura, o se ofrecen mejores condiciones de trabajo sin zarandajas, o no se tendrá relevo por buenas que sean las campañas de publicidad que hayan de venir.
Esto incluye, por supuesto, un posicionamiento claro y sin fisuras a favor del adelanto de la jubilación de los conductores en las filas empresariales, cosa que no se ha producido.
Si las empresas de transporte se piensan que son otros los que tienen que poner las condiciones para que les vengan conductores, lo llevan claro.
Esto vale también para unos representantes sindicales que hacen pucheros con este amago de huelga que pocos se creen, que muy posiblemente se quede en nada con cualquier fugaz promesa y que está destinado únicamente a presionar mientras se negocia la reforma del sistema de pensiones, así en general.
Ni siquiera se plantean, aunque deberían hacerlo, el coste que tiene el adelanto de la edad de jubilación para los conductores, ni, por supuesto, quién tendrá que pagarlo.
A lo mejor, si los unos se dan cuenta de las patéticas condiciones de trabajo que ofrecen (esto va también para los clientes del transporte) y los otros, de los euros que le cuesta al conjunto de la ciudadanía pagar las mejoras de unos pocos, se alcanza un acuerdo. Además, claro, la Administración tendría que olvidarse del estado catatónico en que está sumida, centrase también en pensar en el bien común, en dejarse de cálculos electorales y de guiños para socios y adláteres.
Tal vez es demasiado pedir, pero, como reza la legendaria canción, “será mejor que empieces a nadar o te hundirás como una piedra, porque los tiempos están cambiando”.