Durante muchos años, demasiados creo yo, una parte de nuestro sector ha reclamado poder disponer de nodos y sistemas de comodalidad. Voces reivindicativas, entre las que se encuentra la nuestra, que se desvanecían en el aire debido a la indiferencia de las Administraciones, especialmente en lo que respecta a la combinación con el ferrocarril.
Sin embargo, este verano hemos presenciado un avance significativo con la inauguración de la primera autopista ferroviaria en ancho ibérico de España, que conecta, en ambos sentidos, Madrid y el Puerto de Valencia, al que llegan también camiones embarcados desde Italia o Grecia, por ejemplo. Este logro, largamente esperado, no habría sido posible sin la incansable perseverancia y la inversión económica de la iniciativa privada.
Las autoridades, en mi opinión, han largamente demostrado un desinterés evidente al no invertir ni tiempo ni recursos financieros en estos necesarios sistemas intermodales que transportan semirremolques por ferrocarril. Rutas que prometían potenciar nuestro sector, ofreciendo una alternativa eficiente y más “saludable” al transporte exclusivo por carretera; escuchamos muchas promesas, sí pero hasta ahora, sólo fueron meras palabras.
Es lamentable que, incluso en un momento tan crucial, optaran por pintar al transporte por carretera como un mal necesario, en lugar de reconocer su rol fundamental.
Durante la ceremonia de inauguración de la AA.FF. que une Valencia con Madrid, el ministro Puente y otros dirigentes no perdieron la oportunidad de elogiar los beneficios de la comodalidad, centrando sus discursos en la “eliminación” de camiones en las carreteras, resaltando la disminución de la contaminación y la mejora de la seguridad vial.
Es lamentable que, incluso en un momento tan crucial, optaran por pintar al transporte por carretera como un mal necesario, en lugar de reconocer su rol fundamental en la economía y la vida diaria de millones de personas, así como su flexibilidad y capacidad para combinarse con otros modos de transporte, subiendo primero los camiones al barco y luego al tren, dando la posibilidad de optimizar así el servicio ofrecido a algunos clientes.
El transporte de mercancías por carretera es un pilar básico de cualquier sociedad moderna. Un sector que garantiza la entrega de bienes esenciales; desde alimentos y medicinas hasta el pienso de los animales, pasando por los combustibles que “alimentan” nuestros vehículos. Aquellos que apoyamos la comodalidad no pretendemos eliminar este modo de transporte, sino mejorarlo; integrándolo con otros sistemas como el ferrocarril y el barco. Este enfoque colaborativo no sólo expande nuestras capacidades logísticas, sino que también fortalece la resiliencia de nuestra cadena de suministro ante futuros desafíos.
La pregunta que resonaba entre muchos de nosotros durante esta presentación oficial, que tuvo lugar el 22 de julio, era evidente: si nuestros dirigentes políticos aprecian tantas bondades en estas combinaciones de modos de transporte, ¿por qué hemos tenido que esperar hasta casi el segundo cuarto del siglo XXI para ver en funcionamiento la primera autopista ferroviaria de nuestro país? La respuesta probablemente la encontremos en la falta de visión y las prioridades mal gestionadas, sin olvidar la propia estructura organizativa de los ministerios y consejerías.
Es momento de que las Administraciones públicas se comprometan decididamente con este esfuerzo, con agilidad y determinación. La intermodalidad es una opción excelente y su éxito depende de una auténtica colaboración público-privada. Celebremos, entonces, este nuevo comienzo, pero mantengámonos vigilantes para asegurar que este paso sea seguido rápidamente por muchos más en nuestro camino hacia un sistema de transporte verdaderamente integrado, sostenible y eficiente.