Han transcurrido ya diez semanas desde que se impusiera el estado de alarma en el país, un periodo en el que el transporte de mercancías está garantizando el suministro y abastecimiento de productos esenciales, aunque pymes y autónomos se han visto profundamente afectado por la drástica caída de la actividad.
Desde el Think Tank de la Fundación Corell creen que la prioridad actual debe ser poner en marcha medidas en cuanto a la seguridad sanitaria y la flexibilización normativa, y ayudas económicas y financieras que permitan garantizar la continuidad de la actividad, aportando la necesaria liquidez.
En cualquier caso, esta crisis tendrá sus efectos, entre otros muchos, en los planes de renovación de flota, pues la adquisición de vehículos más eficientes ecológicamente quedará condicionada a las posibilidades de inversión.
El siguiente reto que deberá afrontar el transporte será garantizar el cumplimiento de la reducción de emisiones de CO2 marcado por la UE. Los compromisos a corto y medio plazo exigen para los vehículos industriales reducciones de un 15% y un 30% para 2025 y 2030, respectivamente, respecto a los niveles de 2019.
Objetivos imposibles de cumplir
Con un parque de vehículos mayoritariamente diésel, esto supone una mejora en eficiencia superior al 3% de promedio anual, difícilmente mejorable. Por ello, los combustibles alternativos desempeñarán un papel clave en la transición, pues la tracción eléctrica, aunque ya es viable para los turismos y furgonetas, aún está en fase de desarrollo y pruebas en vehículos pesados.
Con la tecnología actual sería factible realizar recorridos de menos de 300 km con camiones eléctricos pero difícilmente se podrá alcanzar una cuota del 15% en los próximos cinco para cumplir con los objetivos previstos.
La distribución de última milla dispone de vehículos con tecnología eléctrica y de gas natural como alternativas menos contaminantes, en tanto que para el vehículo industrial de más de seis toneladas, el gas natural se abre paso. Además, los dúo-tráiler y mega-tráiler permitirán mejorar los costes operativos y reducir las emisiones por tonelada.
El rango de nuevas tecnologías de propulsión y combustibles alternativos se incrementará, en cualquier caso, con vehículos eléctricos a batería para reparto y distribución, y de gas y pila de combustible para larga distancia. Por su parte, la propulsión eléctrica con pila de hidrógeno no estará disponible antes de 2030 y no se dispondrá de una oferta totalmente descarbonizada hasta la década de 2040.