El transporte marítimo no abandonará la práctica conocida como navegación lenta, por la que los buques navegan a una velocidad inferior para la que fueron construidos con el fin de ahorrar en costes, como resultado de los descensos experimentados en el petróleo, según un estudio de Drewry Maritime.
Por tanto, "por mucho que descienda" el precio del petróleo, y consecuentemente, el del combustible marítimo, los buques no navegarán a la velocidad para la que fueron diseñados, debido al miedo por parte de las navieras de que se produzca el aumento de capacidad en el mercado que la navegación lenta ha contenido durante los últimos años, contención que ya ha sido reflejada en estudios anteriores de la consultora.
No obstante, si bien se ha venido afirmando que la disminución de la capacidad, o al menos, su crecimiento a un ritmo desacorde con el incremento de la producción mundial, supone un perjuicio para los cargadores, es cierto que a las empresas que transportan sus productos por vía marítima les sigue resultando más económicas las reducciones aplicadas por las navieras con la aplicación lenta con respecto a otras medidas que los transportistas podrían aplicar.
La realidad del impuesto sobre el gasóleo
Así, por parte de los cargadores se ha venido denunciando desde siempre la opacidad de las navieras con respecto a las cantidades aplicadas en el BAF, el impuesto que incluye un recargo porcentual a los cargadores para paliar los sobrecostes que las fluctuaciones en el precio de los combustibles podían acarrear al transportista.
En un principio, el BAF solo podría ser aplicado por las navieras cuando el precio del combustible superase un cierto límite, sin embargo, muchas empresas han criticado que las navieras utilizan este impuesto como fuente de ingresos.
El problema estriba en que, si bien los cargadores han criticado malas prácticas en la aplicación de este impuesto por parte de los transportistas, no es menos cierto que los estudios para calcular el BAF llevados a cabo por los cargadores se alejan bastante de la realidad.
Ahora bien, desde Drewry aseguran que los transportistas apenas reciben solo una retribución del 50% en los costes acarreados por las fluctuaciones del petróleo mediante el impuesto BAF, por lo que tampoco a ellos parece compensarles esta práctica.
De todo esto, se deduce que la fluctuación en los precios del combustible no influyen en nada a las navieras para la puesta en práctica o no de la navegación lenta, sin embargo, como consecuencia de los menores costes de explotación que soportarán con la rebaja de los precios, es probable y lógico que se reduzcan el precio de los fletes de las mismas.
El transporte marítimo se beneficia de la caída del petróleo
El precio del petróleo está descendiendo considerablemente desde mediados de este 2014 con motivo de un mayor autoabastecimiento estadounidense, una reducción del monopolio iraquí en el mismo y la caída de la demanda experimentada. En el puerto de Rotterdam, el precio del mismo ha descendido 150 dólares por tonelada, es decir 118 euros, desde junio.
El BAF debería recoger dichas fluctuaciones y ser neutral para cargadores y navieras pero, como se ha explicado, no resulta un instrumento eficaz. Por ello, el mayor beneficiario a corto plazo son las navieras, si bien, como se ha señalado, se espera que esto se traduzca en un descenso en el precio de los fletes a los cargadores.