Después de saltar a la actualidad a nivel mundial el Canal de Suez, una de las principales vías navegables para el comercio mundial, por el atasco provocado por el megaportacontenedores Ever Given que puso en entredicho los suministros a nivel global, ahora es Turquía la que salta a la palestra, con el inicio oficial de las obras del nuevo Canal de Estambul, un macroproyecto logístico con el que el gobierno turco pretende "reformular el comercio y la economía mundial". En concreto, se ha iniciado la construcción del primer puente, que tendrá 45 kilómetros de largo y 275 metros de ancho.
Se trata de un proyecto que se hizo público hace una década y que ha tardado en materializarse, en parte debido a las dificultades económicas y de financiación.
Esta vía marítima de 45 kilómetros, que conectará el Mar Negro con el Mar de Mármara, servirá como alternativa al actual paso por el Estrecho del Bósforo, y su objetivo es el de reducir el tráfico en esta zona continuamente afectada por los embotellamientos y mejorando su seguridad.
Actualmente, pasan por el Bósforo unos 43.000 buques cada año, muy por encima de los 25.000 que el gobierno turco considera seguros, pero se calcula que para 2050, la cifra podría aumentar hasta los 78.000 buques en tránsito.
Además, el proyecto, en cuyo desarrollo han participado más de 200 técnicos, dará empleo a 500.000 personas. Gracias a él, Turquía espera convertirse en el centro logístico más importante del mundo, potenciando el comercio a través del Mar negro.
Permitirá gestionar el tráfico en Estambul, una ciudad de 15 millones de habitantes que se localiza precisamente en la intersección entre los corredores Central y Norte-Sur, y que servirá para "llevar al territorio turco a una posición de liderazgo en los flujos mundiales de comercio".
En total, se invertirán 15.000 millones de dólares en este proyecto, que supondrá la construcción de seis puentes sobre el Canal en unas obras que se desarrollarán a lo largo de los próximos seis años.
La iniciativa supondrá, según muchos expertos, la retirada de Turquía del Tratado de Montreux, que supuso la recuperación de la soberanía sobre el Bósforo, el mar de Mármara y el estrecho de los Dardanelos, pero según el presidente Recep Tayyip Erdogan, no sería necesario.
Además, algunas de las principales entidades financieras se han negado a financiar el proyecto por los riesgos de inversión existentes y las amenazas medioambientales que supone.
Según una reciente encuesta, la mayoría de la población se opondría al proyecto, al igual que el alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, y el partido opositor CHP, al que pertenece. Los críticos a esta megaobra dicen que destruirá un ecosistema marino y pondrá en peligro parte del suministro de agua dulce de la ciudad.