Decía Hobbes en su Leviatán que el estado natural del hombre es la guerra. El combate de todos contra todos. Ya sea de manera evidente, como es palpable en diversas zonas del globo, o a través de enfrentamientos políticos y sociales más o menos chabacanos.
Parece como si al creciente estado de incertidumbre en que llevamos instalados desde los primeros meses de 2020 le estuviera siguiendo un ponzoñoso rastro de crispación que impide que todo vuelva al cauce que había antes, si es que hoy en día pudiera darse algo así.
Es más que posible que, en el caso español, todo se vea agravado por las sucesivas citas electorales previstas hasta junio, del complejo y desigual mapa regional y de una imposible aritmética electoral que, sin lugar a dudas, provoca que las posiciones se extremen y el Legislativo se convierta en un hediondo albañal en el que algunos se dedican a chapotear con entusiasmo mientras pasa el tiempo sin ponerse manos a la obra y resolver los verdaderos problemas de la “gente”.
La logística sufre en este contexto, pero, sorprendentemente, parece adaptarse con éxito a un escenario marcado, entre otros factores, por unos costes al alza, una demanda débil, una alarmante escasez de profesionales adecuadamente formados y diversos impactos que alteran el normal funcionamiento de las cadenas de suministro. Valgan como ejemplo, la crisis terrorista en las costas yemeníes del mar Rojo y la sequía que afecta al canal de Panamá.
El sector busca su camino en medio de las aguas revueltas. Las empresas exploran líneas de colaboración. Los movimientos de fusiones y adquisiciones se multiplican. Avanza el aprovechamiento de las nuevas tecnologías. Se apuesta por servicios más sostenibles y eficientes. La logística y el transporte pasan de ser centros de coste y de gasto a actuar como verdaderas palancas de la competitividad empresarial en un contexto complejo, pero que parece abrirse a la esperanza de una cierta mejoría en la segunda mitad de 2024.
En este monográfico analizamos el presente de la actividad y algunas de las tendencias que perfilan su futuro a corto y medio plazo, como son la automatización, el desarrollo de cadenas de suministro más resilientes, el impulso de la intermodalidad o el cambio de paradigma de la electrificación del transporte, entre otras.
Como dice la letra de la canción de principios de los ochenta que da título a estas líneas, no queda otra que levantarse y luchar. Al parecer (como si no lo supiéramos ya), no hay nada sin lucha.