El pasado viernes, 28 de junio, José Antonio Santano, secretario de Estado de Transportes y Movilidad Sostenible, acudió a clausurar la asamblea anual de Conetrans celebrada en Madrid.
El presidente de la patronal, Carmelo González, se lo agradeció expresa, sinceramente.
González quiso ver en la presencia del segundo al frente del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible en el evento una señal del cambio obrado en el Departamento tras el feo del Congreso de CETM en Ciudad Real.
“Necesitamos que Transportes entienda y pelee por el sector. Que sea sensible a las demandas del sector”, afirmaba con vehemencia el presidente de Conetrans, dirigiéndose directamente al secretario de Estado, que le prestaba toda su atención.
Claro que este reconocimiento se produjo antes de que Santano tomara la palabra para, como un apóstol en tierra de infieles, predicar la buena nueva del transporte ferroviario de mercancías entre los representantes allí presentes de la mayor patronal del transporte de mercancías por carretera del país.
Así pues, el secretario de Estado debió de pensar que aquel escenario era ideal para lanzar un mensaje evangelizador en favor de la “alianza del ferrocarril con el camión”, muy en línea con la doctrina del Ministerio.
El argumento puede parecer brillante, refuerza la cooperación y deja a las mentes que lo reciben en el umbral de la epifanía, ese momento exacto en que se produce la iluminación.
Pero, sin embargo, la frase no aguanta el principio de realidad que enunció Sigmund Freud, especialmente si se piensa en la eficiencia, el coste y la capilaridad que ofrece la carretera. O si se recuerda la cuota modal del ferrocarril de mercancías, su estructura de mercado o sus rigideces.
Además, si la alta velocidad, verdadera joya de la corona para el sistema español de transporte desde 1992, funciona cada vez peor, ¿cómo cabe esperarse que el farolillo rojo del transporte de mercancías por ferrocarril mejore?
El Ministerio de Transportes y la consciencia
Ante la asamblea de Conetrans, el secretario de Estado de Transportes aseguró que en el Ministerio “somos plenamente conscientes de la importancia del sector”, que “el transporte es el hilo conductor que conecta la economía; sin él no hay presente, ni futuro”, pero acto seguido se puso a hablar de trenes de mercancías.
Algunos argumentarán también que fue solo una mención la que hizo al ferrocarril y que su discurso estuvo centrado en los que, a su juicio, son los cuatro principales retos del sector. A saber: la escasez de conductores profesionales, la descarbonización, la aplicación efectiva de la ley de cadena de transporte y la digitalización.
No obstante, esas alusiones al ferrocarril, en un foro que no corresponde, por mínimas que puedan considerarse y enunciadas en un discurso que, cuando se enfocó en el transporte de mercancías por carretera, careció de profundidad (especialmente en quien se precia de conocerlo bien), evidencian dos cosas.
La primera de ellas es una obviedad: este modo es el ojito derecho del Ministerio de Transportes y Movilidad. Una prioridad absoluta. Y no de ahora, sino desde hace décadas. Con este Gobierno y con otros antes. A él se destinan cuantiosas inversiones que ya quisieran otros. Además, el ferrocarril copa gran parte de la atención del Departamento, especialmente donde se parte el bacalao en cuanto a la pasta se refiere, que es en la Unión Europea.
La segunda es una consecuencia de la primera: tras el ferrocarril, así en general, todo lo demás está, en el mejor de los casos, en un segundo plano del escalafón que marca la acción política del Ministerio y que, al fin y al cabo, se mide en el dinero que se destina a cada cosa.
Como botón de muestra valgan los últimos y raquíticos cincuenta millones de euros para descarbonización de flotas que el propio Santano reconoció como insuficientes y como mero “mensaje positivo para el sector” ante una eventual continuidad del programa ya en 2025.
Para terminar, y volviendo al ferrocarril, el transporte lo que desearía es que el ministro Puente le comprendiera como entiende a Renfe cuando un competidor extranjero llega desde un país en el que el chovinismo es religión a un mercado adecuadamente liberalizado a hacer competencia desleal tirando los precios.
En esta misma línea, el transporte también querría que el ministro Puente le defendiera como hace con Renfe. Sin complejos y con esa contundencia tan castellana que le caracteriza, a ratos severa, a ratos socarrona. Donde haga falta. En público y en privado. Aquí y en Bruselas.