Que el sector está obligado a realizar una transformación digital profunda de sus actividades y procesos logísticos es una verdad que ya nadie pone en duda. Ha ocurrido un cambio tan radical en los modelos de negocio post-pandemia que va a obligar a las cadenas de suministro a apostar por modelos multiservicio para poder satisfacer las necesidades de estos nuevos modelos multinegocio de sus clientes dirigidos, básicamente, por la omnicanalidad.
Echando la vista atrás, en épocas pre-pandémicas (hace no más de dos años), ya se hablaba en diversos foros técnicos de la necesidad de transformar digitalmente el sector. Y no solo se hablaba, sino que existían ya por aquel entonces varios planes de transformación en marcha bastante ambiciosos y con una inversión económica muy interesante.
El perfil de las empresas que ya estaban en estos procesos de transformación era de “gran empresa”, aspecto que no es de extrañar teniendo en cuenta que este tipo de entidades dentro del sector tenían (y siguen teniendo) una alta cuota de mercado en servicios logísticos y, también, tanto la estructura como beneficios adecuados para ser bandera y vanguardia en acometer este tipo de transformaciones.
Durante los momentos más duros de la pandemia, estas empresas pioneras en transformar digitalmente sus procesos vieron reforzada su posición en el sector ya que obtuvieron una ventaja competitiva muy relevante de estos desarrollos previos frente al resto que, no solo les permitió superar las dificultades de manera más eficiente (en cuanto al uso de recursos y generación de costes), sino que salieron reforzados frente al resto de la competencia y ser líderes cuando poco a poco volvimos a recuperar “cierta” normalidad (si es que en algún momento lo hemos podido lograr) en la oferta y demanda de bienes.
[sumario]Toda transformación digital implica un proceso con unos plazos y éstos van a depender del grado de madurez digital que ya exista en la organización previamente”[/sumario]
Esta transformación digital de los procesos logísticos que hace un año era una ventaja competitiva, en la actualidad se ha convertido en una necesidad perentoria de supervivencia para muchas empresas del sector.
Por este último motivo, no dejo de observar cómo empresas de mediano y pequeño tamaño del sector se afanan por acelerar los procesos de transformación digital de sus operaciones logísticas y de adquirir los recursos humanos más preparados para ello e intentar acortar, de esta manera, los plazos y la distancia que les separa de los líderes en este aspecto. En este sentido, las empresas que ya ven la transformación digital de su actividad logística como una tabla de salvación para poder seguir operando con ciertos clientes se encuentran con dos dificultades muy relevantes.
En primer lugar, el tiempo, ya que toda transformación digital implica un proceso con unos plazos y ellos van a depender del grado de madurez digital que ya exista en la organización previamente. Estas etapas, sean las que sean, no es recomendable acortarlas ya que se puede caer en el error de adquirir e implementar tecnología sin un plan previo e incurrir, por tanto, en una inversión innecesaria.
El segundo factor limitante en las empresas de esta dimensión se encuentra en lo mermadas que se encuentran sus economías particulares después de haber pasado los momentos más duros de la pandemia. Esto hace que no solo la velocidad de la transformación se ralentice, sino que la capacidad de inversión se vea muy menguada y la posibilidad de adquirir tecnología punta se dificulte en exceso.
Por todo esto me hago la pregunta del principio: Transformación digital sí, pero…¿a dos velocidades? .