Desde que comenzó la pandemia del Covid-19, se han sucedido numerosos desafíos logísticos y retrasos, con el consiguiente riesgo que ello supone para la cadena de suministro en el transporte marítimo.
Si bien los retrasos en los envíos de la mercancía generalmente no son asegurables, los daños físicos o la pérdida de la carga sí pueden serlo. Además, los riesgos pueden ser mucho mayores cuanto más tiempo tarden los buques en llegar a su destino y cuanto más tiempo esté la carga en lugares poco seguros.
Así, mientras está almacenada en el puerto, sufre el riesgo de sufrir explosiones, incendios, inundaciones, huracanes, terremotos e incluso tornados. Todo ello representa un gran problema para las aseguradoras, que son conscientes de que pueden producirse grandes pérdidas en cualquier momento.
Además, la situación actual está provocando nuevas eventualidades que las empresas deben cubrir vía reaseguro o con provisiones de fondos, pues surgen riesgos que en muchos casos no estaban previamente contemplados, como la pérdida de calidad de los productos por los retrasos en la entrega.
En este sentido, desde Marsh España han explicado a El Economista que si un riesgo es poco probable, es fácil que alguien lo asegure, pero cuando se trata de un riesgo casi cierto, resulta más complicado que los aseguradores los asuman.
La situación actual ha llevado a un aumento de las primas y un endurecimiento de las condiciones de los seguros, que se mantendrá a lo largo de 2022, teniendo en cuenta que hasta el segundo semestre no empezarán a reducirse los problemas de congestión actuales.
Los clientes, por tanto, deben tener muy claro lo que está cubierto y lo que no, e intentar contar con la correspondiente provisión de fondos para estar más seguros ante las situaciones que no se incluyen en las coberturas.