Pese a que se suele creer que las tecnologías eficientes no irrumpirán en el mercado hasta que no se produzca un gran cambio en la regulación europea, será el propio mercado el que acabe demandándolo mucho antes de lo que pueda pensarse, tal y como señalan desde Kalmar.
En el caso de los puertos, suelen estar localizados en áreas muy pobladas, convirtiéndose en la principal fuente de contaminación, pero aunque las máquinas más voluminosas, como grúas o equipos para el transporte horizontal cuentan desde hace años con soluciones eléctricas o híbridas, su electrificación suele limitarse a ciertos componentes.
Por el momento, el sector marítimo asiste al rápido desarrollo tecnológico en la industria de la automoción, pero una vez que los sistemas eléctricos que se están implementando en este ámbito alcancen la suficiente madurez técnica y se generen economías de escala, comenzarán a construirse grandes equipos totalmente eléctricos o con un motor eléctrico, como 'reachstakers' o carretillas, ya que el precio de las baterías es aún un factor muy limitante.
Actualmente, los puertos están tratando de adaptarse a los nuevos estándares de emisiones y de hecho, un nutrido grupo de actores del mercado asegura que no invertirán en ningún tipo maquinaria propulsada por motores diésel de aquí a dos años.
Sin embargo, desde Kalmar se preguntan si es correcto responder de esta manera a los cambios actuales, dando al mercado lo que pide, en lugar de esperar a que se promulgue una ley concreta con las indicaciones necesarias sobre cómo proceder.
Adaptación a las exigencias de los clientes
En este sentido, los fabricantes tratan de adaptarse a los requerimientos de accionistas y compradores. Las grandes empresas mundiales, con fuertes necesidades logísticas, como UPS, Amazon o Ikea, ya demandan equipos eléctricos y están dispuestos a pagar un extra si es necesario, para cumplir con sus políticas corporativas y mantener su imagen.
Europa reúne las condiciones necesarias para garantizar el rápido avance de la tecnología eco-eficiente, pero los procesos normativos son tan lentos a nivel nacional y comunitario que están impidiendo que los cambios lleguen al mercado.
Por eso, algunas ciudades, regiones y puertos ya están poniendo en marcha iniciativas para reducir las emisiones, abordando cuestiones que la legislación paneuropea aún no ha considerado. Incluso en Europa, el mercado acabará generando su propia demanda y empujando a los sectores implicados a un cambio definitivo.
No obstante, es preciso preguntarse si estamos ya preparados para cambiar el modo en que estamos acostumbrados a trabajar y hacer negocios para ajustarnos a estas exigencias.