La industria de automoción se encuentra ante un reto de gran calado en lo que se refiere a la sostenibilidad y a los nuevos objetivos de reducción de las emisiones según el ‘Acuerdo de París’ de 2017
En este contexto, tras la disminución de las emisiones en 2016, el aumento de actividad registrado en el sector de transporte y almacenamiento en España durante el año 2017 ha supuesto un aumento de sus emisiones contaminantes en un 3,5% anual, por encima de la media de todos los sectores económicos, hasta sumar un total de 48,81 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera en 2017, según el Instituto Nacional de Estadística.
Así pues, el sector logístico y de transporte de nuestro país constituye el 14,19% del total de 343,96 millones de toneladas de gases de este tipo que se vertieron al aire en España en 2017 y que, por su parte, supusieron un crecimiento de un 2,6% anual.
Esta imposición en la reducción de las emisiones en el sector del transporte por carretera implica para los fabricantes de automoción un desafío tecnológico sin precedentes, que equivale a pasar de una dependencia casi absoluta de los derivados del petróleo a abrirse a nuevas fuentes energéticas.
[sumario]La distribución urbana de mercancías permite el uso de vehículos de energías alternativas en trayectos urbanos cortos y repetitivos en los que es fundamental mejorar la calidad del aire.[/sumario]
Este reto tecnológico, en lo que se refiere a los servicios de distribución urbana y de última milla avanza en dos sentidos.
Por un lado, se tiende a mejorar hasta su límite tecnológico los actuales motores de explosión, que a juicio de muchos expertos, aún ofrecen mucho margen de mejora en cuanto a aprovechamiento del combustible y optimización de su utilización.
Por otro lado, a más largo plazo parecen imponerse nuevos motores con energías alternativas que poco a poco irán sustituyendo a las actuales motorizaciones diésel, a medida que vayan ganado eficiencia, autonomía, capacidad de carga y, en igual modo, también vayan rebajando sus precios de adquisición y sus plazos de amortización.
En este contexto, las últimas manifestaciones de algunos políticos, en el sentido de que la transición habrá de ser mucho antes, parecen obedecer más a un deseo que una realidad que se pueda lograr en los plazos marcados.
“Optimizando”, que es gerundio
En cuanto a la primera tendencia de optimización de la actual tecnología, en este proceso influyen de manera decisiva un cambio social de gran calado y el empuje político que se traduce a medio plazo en el desarrollo de normas legales que buscan prohibir el uso de aquellos vehículos más contaminantes, especialmente en zonas de especial protección, como los núcleos centrales de las principales ciudades, así como en programas de renovación que buscan favorecer la llegada de nuevos vehículos que actúen como catalizadores del cambio en pos de una nueva movilidad
Sin embargo, y adoptando un enfoque menos simplista, la tecnología también tiene mucho que decir, a juicio de los expertos, a la hora de seguir ganando eficiencia en la optimización de los servicios logísticos de distribución y última milla.
En este sentido, parece que van imponiéndose el uso de sistemas de gestión de rutas para mejorar la gestión de la capacidad de transporte y monitorizar el servicio, con vistas a ofrecer una visibilidad lo más amplia posible a lo largo de la cadena de suministro.
[sumario]Mientras el gas ofrece una alternativa inmediata para la distribución urbana de mercancías, la electricidad avanza a pasos agigantados hacia una equiparación con los motores de explosión cuanto antes.[/sumario]
Además, también parecen generalizarse el uso de ventanas horarias de entrega, con el fin de que los operadores y las empresas de comercio electrónico puedan adecuar las entregas en función de las rutas y los horarios convenidos, haciendo pagar a los usuarios por no cumplir con los compromisos previamente establecidos.
Esta tendencia implica que los vehículos comerciales que se utilizan en el reparto de última milla estén evolucionando hacia equipos con un alto grado de conectividad, lo que les permite estar siempre en contacto tanto con los almacenes como con los clientes para ajustar las entregas y evitar fallidos en la medida de lo posible, ganando así en eficiencia y rentabilidad.
Por lo que respecta al cambio en la motorización de los vehículos comerciales, se plantea un reto tecnológico de gran calado, pero no por la falta de desarrollo, sino por la importancia y el alcance del cambio.
El gas natural y la electricidad como alternativas
En este sentido, los fabricantes de furgonetas han apostado por diferentes tecnologías para sustituir a los motores diésel que se usan actualmente para la distribución urbana de mercancías.
Para poder hacer frente a un reparto más sostenible medioambientalmente y que, además, cumpla las normas de acceso a los principales núcleos urbanos que cada vez más se vienen implantando, las principales alternativas son el gas natural y la electricidad.
De estos dos, el gas parece la opción con un desarrollo tecnológico más avanzado, mayor facilidad en su utilización, más económica y con unas características, por potencia, autonomía y capacidad de carga, más similares a los actuales vehículos de distribución.
Por otra parte, sin embargo, la electricidad avanza a pasos agigantados, gracias tanto al impulso como político como a la firme apuesta que ha realizado gran parte de la industria automovilística, así como por la evolución que se vive en el desarrollo de baterías cada vez más eficientes y menos pesadas.